Seguidores

La pretenciosidad de un blog

viernes, 10 de diciembre de 2010

Siempre pensé que escribir un blog era algo reservado a los egos más selectos del panorama comunicativo. He de reconocer que me gusta leer y criticar opiniones o creaciones ajenas, pero no mostrar
pública y orgullosamente las mías. No porque piense que tengan menos valor, sino porque tengo serias dudas de que mi reducido auditorio se multiplique repentinamente. Esto es algo contraindicado con el periodismo, supongo. Pero... ¿qué le voy a hacer? Me encanta ser una rara avis (me pirran los latinismos, ¿alguna objeción?), lucho día tras día por la diferenciación. Por cierto, Kafka nunca hubiera creado su propio blog y es considerado un genio gracias a la desobediencia de sus herederos. Y Kafka y yo tenemos tantas y tantas cosas en común... (Espero que las ironías se capten, a pesar de la frialdad del formato)

He aguantado estoicamente en mi obcecada postura de no publicar un blog hasta que ha sido inevitable por mandato expreso del Máster de ABC que estoy cursando. Ahora, parida la criatura, no queda más que seguir dándole alimento para que no muera de inanición, pues eso sería terrible.

Pero, mis queridos amigos, he de presentarme. Como ya he dicho antes (mi temor a rozar la pedantería me impide decir "ut supra", como a mí me gustaría), estoy inmersa en la vorágine del Máster ABC 2010-2011. Soy abogada y periodista, o periodista y abogada. A gusto del consumidor, del lector o del juez de turno. En definitiva, soy una filántropa humanista con vocación escondida (y mucho, por fortuna) de médico, poeta, actriz, cineasta y pintora. (Creo que ya está todo).  Y también defiendo una iniciativa por la recuperación de las palabras grandilocuentes y esdrújulas.

Lo dicho, yo no quería escribir un blog. Es un imperativo legal. Advertidos quedáis.

Adelante, mis valientes.