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Historias del desempleo (episodio piloto)

viernes, 28 de octubre de 2011

Hace ya mucho tiempo desde que escribí mi última entrada en este blog. Demasiado, sí. Pero supongo que esta inactividad se debe a mi inconstancia (no es muy inteligente proclamar los defectos, pero yo soy muy dada a eso...). Este mural digital nació preceptivamente, con mi irrupción al Máster de ABC allá por octubre del año pasado. Hasta entonces, debo confesar que mi contacto con medios como Twitter u otras Redes Sociales había sido más bien escaso. En la declaración de principios del blog ya hablé de lo pretencioso que me resultaba este medio de mostrar al mundo las brillantes ideas que tienes en la cabeza, como si le importaran a alguien. Por orden de la asignatura llamada "Ciberperiodismo" me registré en "blogger" dando a luz a un escaparate virtual de dudoso gusto. Tendría que haber copiado aquí mis trabajos durante el tiempo que duró la parte teórica del Máster. Seguramente debería haber publicado las noticias que escribí para ABC en la sección de sociedad durante mi periodo de becaria entre mayo y septiembre. Quizá más tarde lo haga. Pero no me pareció tan digno.

Hace un mes que todo eso acabó. Acabaron las clases, acabaron las prácticas, acabaron las horas de trabajo, acabaron los geniales descansos con mis compañeros (muchos de ellos, amigos). Después de un año en el que me absorbió la vorágine del periodismo, acabó. Un gran abismo se abrió a mis pies. "¿Qué voy a hacer ahora? Me voy a la calle, con una mano delante y otra detrás...'" En el peor momento para encontrar trabajo de periodista, con la palabra "mediocre" vilmente tatuada en la frente y en la autoestima y el dolor en el trasero por la patada recibida. Ahora mis búsquedas favoritas en el historial del navegador eran "infojobs.net" y otras tantas páginas similares. Rectificaba mi currículum una y otra vez, pensando que algo tenía que haber mal para que lo descartaran siempre. Me avergonzaba de ese papel en el que, bajo mi foto, tenía que plasmar una enumeración de habilidades y conocimientos con los que demostrara que mi contratación era imprescindible para la empresa de turno.

(Siempre se me ha dado mal venderme. Cuando intento rectificar esa tara, el remedio es peor que la enfermedad).

Creo que he llegado a un punto en el que comprendo que esta situación es (o debe ser) pasajera. Que ninguna empresa te quiera para trabajar daña seriamente el amor propio de cualquier ser humano. Puede llegar a ser dramático. En mi caso no puedo tener la indecencia de quejarme demasiado, pues soy consciente de soy afortunada por el respaldo que tengo de mi familia. Pero la realidad de muchos es otra.

Mi caso tampoco es único, desgraciadamente. Somos muchos. Muchos. Muchísimos. Y me da la gana quejarme, ¡qué coño!. "Hay que ser positivo, emprendedor. No lloriquear tanto y no hacer nada". ¿Me lo dices tú, que tienes un sueldo y que deslumbraste con tu gran talento? Vaya, ahora resulta que no encuentro nada porque "no me muevo" y porque no irradio el optimismo ese (el cual cuesta creer que sea alcanzado por estos gurús sin la ayuda de estupefacientes).

El caso es que me he dado cuenta de que no se acaba el mundo. Es más, empieza. Es cierto, es una frase manida, pero cuando descubres que es verdad por ti mismo, se abre una nueva concepción de la circunstancia. Me ha costado, porque me metieron en la cabeza que el trabajo (prestigio, fama, sueldo, "brillantez", éxito profesional... bla, blaaa) es lo más importante. Pues no. Para mí nunca lo ha sido ni lo será. Rotundamente no. Para mí lo más importante es VIVIR. Que esto se puede acabar en cualquier momento, señores, y que el mundo seguirá girando sin sus ideas brillantes.

Estoy buscando trabajo, sí, pero lo compagino con todo aquello que antes tenía descuidado. Estoy con las personas que quiero estar, veo todas las películas y leo todo lo que puedo. Escucho la música que más me gusta y disfruto con casi todo lo que hago (con la limitación económica, por supuesto). Paseo mucho. Observo. Pienso. He perdido el miedo y me presento incluso a exámenes de idiomas que desconozco.

No voy a hablar de nada que no se sepa o no se haya dicho ya sobre el desempleo. Sólo (¡Ya puedo ponerlo con tilde!) quiero desahogarme. Y no perder la práctica de redactar, aunque sea "opinión" en lugar de "información". Al menos ahora tengo libertad absoluta y puedo poner lo que me dé la real gana. Y eso no está mal, pero que nada mal.

Feliz daño

miércoles, 12 de enero de 2011

Mis queridos hermanos (los curas llevan captando así la atención del auditorio muchos siglos, quizás yo también lo consiga... Aunque yo no abastezco de calefacción en invierno y aire acondicionado en verano):
Espero honestamente (¡oh, no!¡adverbio terminado en -mente!¡caca!) que el año haya empezado bien para vosotros. Para mí, el año lectivo (o laboral, o lo que quiera que sea... ¡oh, no!¡abuso de paréntesis!¡caca!) ha empezado este lunes 10, y el martes se instaló en mi organismo un incómodo okupa que trajo consigo un arsenal de mucosas y abotargamiento generalizado. Qué decir tiene que perdí la batalla, y el visitante ilegal absorbió las pocas energías que me quedaban tras estas fechas navideñas tan entrañables.

Lo terrible es que mi afección ha sido presumiblemente (¡oh, no!¡otra vez!¡soy incorregible!) una respuesta corporal al estrés que ha despertado en mí el regreso a un Máster en el que solo aprendo las cosas que hago mal, pero no a hacerlas bien. Últimamente (¡qué desastre, otra vez!), pienso con melancolía repetidas veces en el momento en el que decidí que las ciencias no eran lo mío. ¡Cómo me hubiera gustado ser médico, o científico, o bombero...! En estas profesiones, al menos, el trabajo no es objeto de crítica o desprecio por parte de cualquiera que sepa leer (y también algún analfabeto valiente, ya sabemos que en España todo el mundo opina de todo). Escribir es una de las acciones más subjetivas que puede realizar el ser humano. Y a mí, por desgracia, ¡me gustan los adverbios terminados en -mente! Adoro los circunloquios, los adjetivos pedantes, el tono elevado, los incisos, las subordinaciones y los paréntesis... (Para redactar demandas es lo más) Y sin embargo, ahora, para mi asombro, descubro que eso es escribir mal. Muy mal.

Reconozco que disfruto observando con distancia desde el otro lado, desde el punto de vista de mi otra profesión. Los periodistas son (somos) unos pobres infelices que solo se reconocen entre ellos mismos. Fuera de su "elitosfera" no es que sean demasiado valorados. Es curioso. No ganan dinero, viven en la precariedad, trabajan como nadie, el negocio está en su peor crisis y parece que están ahí por haber confundido los términos de "vocación" y "hobby". ¿Intrusismo? Por supuesto, pero solo puede haber intrusismo en las profesiones que cualquiera puede llevar a cabo.

Necesito unas gafas. De pasta. Ray-Ban Wirefire. Negras. Urgentem... Con urgencia. (En periodismo no hay colegio profesional, el carné es este)

La pretenciosidad de un blog

viernes, 10 de diciembre de 2010

Siempre pensé que escribir un blog era algo reservado a los egos más selectos del panorama comunicativo. He de reconocer que me gusta leer y criticar opiniones o creaciones ajenas, pero no mostrar
pública y orgullosamente las mías. No porque piense que tengan menos valor, sino porque tengo serias dudas de que mi reducido auditorio se multiplique repentinamente. Esto es algo contraindicado con el periodismo, supongo. Pero... ¿qué le voy a hacer? Me encanta ser una rara avis (me pirran los latinismos, ¿alguna objeción?), lucho día tras día por la diferenciación. Por cierto, Kafka nunca hubiera creado su propio blog y es considerado un genio gracias a la desobediencia de sus herederos. Y Kafka y yo tenemos tantas y tantas cosas en común... (Espero que las ironías se capten, a pesar de la frialdad del formato)

He aguantado estoicamente en mi obcecada postura de no publicar un blog hasta que ha sido inevitable por mandato expreso del Máster de ABC que estoy cursando. Ahora, parida la criatura, no queda más que seguir dándole alimento para que no muera de inanición, pues eso sería terrible.

Pero, mis queridos amigos, he de presentarme. Como ya he dicho antes (mi temor a rozar la pedantería me impide decir "ut supra", como a mí me gustaría), estoy inmersa en la vorágine del Máster ABC 2010-2011. Soy abogada y periodista, o periodista y abogada. A gusto del consumidor, del lector o del juez de turno. En definitiva, soy una filántropa humanista con vocación escondida (y mucho, por fortuna) de médico, poeta, actriz, cineasta y pintora. (Creo que ya está todo).  Y también defiendo una iniciativa por la recuperación de las palabras grandilocuentes y esdrújulas.

Lo dicho, yo no quería escribir un blog. Es un imperativo legal. Advertidos quedáis.

Adelante, mis valientes.